El medidor de flujo ultrasónico en la aplicación de la industria alimentaria tiene un nivel de higiene más alto, lo que se refleja principalmente en los siguientes aspectos:
Medición sin contacto: El sensor del medidor de flujo ultrasónico se instala fuera de la tubería y no entra en contacto directo con el fluido medido. Este diseño evita el contacto físico entre los componentes del medidor de flujo y los materiales alimenticios, eliminando así los riesgos de contaminación como el crecimiento bacteriano y la contaminación por cuerpos extraños. Por ejemplo, en el proceso de producción de leche, jugo y otras bebidas, el medidor de flujo ultrasónico puede medir el flujo de manera precisa sin contacto con el líquido para garantizar la pureza de la bebida.
Fácil de limpiar y desinfectar: El medidor de flujo ultrasónico tiene una estructura relativamente simple, sin una estructura interna compleja ni pequeños espacios, lo que facilita su limpieza y desinfección después del uso. La industria alimentaria tiene requisitos de higiene muy estrictos. La limpieza y desinfección de los equipos son pasos indispensables en la producción diaria. Esta característica del medidor de flujo ultrasónico le permite cumplir con los estándares de higiene de la industria alimentaria y facilita las operaciones regulares de limpieza y desinfección para mantener el equipo en un estado higiénico.
Seguridad de los materiales: Los medidores de flujo ultrasónicos utilizados en la industria alimentaria suelen fabricarse con materiales que cumplen con los estándares de higiene de grado alimenticio, como el acero inoxidable de grado alimenticio. Estos materiales tienen buena resistencia a la corrosión y estabilidad química, no reaccionan químicamente con los materiales alimenticios y no liberan sustancias dañinas en los alimentos, asegurando así la seguridad alimentaria.
Sin efecto en las propiedades del fluido : El medidor de flujo ultrasónico no afecta el estado de flujo del fluido durante el proceso de medición, ni causa pérdida de presión. Esto significa que no cambia las propiedades físicas y químicas de los materiales alimenticios, garantizando la calidad y seguridad de los alimentos en el proceso de producción.